Diego quería tener una mascota. Al no poder ser ni perro ni gato por no tener las condiciones para poder cuidarlos bien (ni casa adecuada ni tiempo), empezó a pensar en pájaros, peces, tortugas o hamsters.

Un día, hojeando un periódico local, vi un artículo sobre “jerbos”. Sabía lo que eran pero no que se podían tener como mascota. Me pareció que eran animales más auténticos que los hamsters o los ratones y, de hecho, los jerbos siguen viviendo en estado salvaje.

Y es de estos jerbos de los que os queremos hablar, de los salvajes, aunque las fotos serán de los nuestros, de los más de cien que conseguimos criar.

Pero sigo con la historia. Cuando le hablé a Diego de los jerbos le gustó el tipo de animal que le describí. Fuimos a una tienda cercana, los vio y se entusiasmó con ellos.

Todavía recuerdo el día que los compramos, con la ilusión que iba a por ellos y como los llevaba a casa como si fueran tesoros. La verdad es que son unos preciosos ratoncitos salvajes, pero a la vez muy graciosos y fáciles de cuidar y manejar.

De todas formas os contaremos la vida de los jerbos en su estado natural que es lo suyo porque de lo que hacen como mascotas hay muchísima y buenísima información en internet. Además esta es una página de animales “normales”, pero salvajes.

Animales Normales - Roedores - Jerbos
Llegamos a tener hasta quince jerbos en casa, en tres jaulas unas encima de otras. Estos cuatro son de distintos colores: los de arriba como los salvajes, de color marrón, luego el “panda” y por último el de color canela con manchas blancas.

Esta fue la primera pareja que tuvimos y que dio origen a toda esa “gente” que tuvimos y cuidamos.

Animales Normales - Roedores - Jerbos
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Los jerbos viven en zonas casi desérticas de Asia, África o Europa del Este. Hay unas 40 especies pero la más conocida es “Meriones unguiculatus” originaria del noroeste de China y del este de Mongolia y cuyo nombre en latín viene a significar “dientes y uñas”.

Los primeros los usan continuamente para roer (como buenos roedores que son) y además lo necesitan para que los incisivos no les crezcan demasiado. Y las segundas, o sea, las uñas, son fundamentales para excavar las galerías donde viven. Usando las patas delanteras como manos (se ponen de pie como los canguros) cavan la tierra tanto para hacer sus cuevas (de 2 a 3 metros de largo) como para buscar las raíces de las que se alimentan. La tierra la echan hacia atrás con sus patas traseras de manera que son como pequeñas y prácticas excavadoras.

En las cuevas suele haber varias entradas y salidas así como pequeñas habitaciones donde guardan semillas para comer y tienen a sus crías.

Las parejas de jerbos son estables y muy prolíficas. Tienen desde 1 a 10 cachorros con una media de 4 a 5 por camada. Teniendo en cuenta que las hembras pueden reproducirse a partir de los cuatro a seis meses y siguen haciéndolo hasta pasados dos años, que la gestación dura menos de un mes y que pueden quedarse otra vez embarazadas nada más parir, el número de crías por cada hembra es considerable.

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Crías recién nacidas mamando de su orgullosa mamá.
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Camada de 7 bebés: ¡todo un éxito!
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Y aquí la mamá cuidando de uno de ellos un poco más crecidito.

Haciendo cálculos, tienen una vida reproductiva de unos dos años en la que pueden tener unas 4 crías de media cada dos meses (más o menos), lo que da como resultado unos 12 partos, es decir, unas 50 crías por cada pareja. Luego hay una etapa final de algo más de un año en que ya no se reproducen, viviendo en total unos 4 ó 5 años.

Eso si no hay ningún predador que los elimine antes, como pueden ser las serpientes, los lagartos o las aves rapaces (diurnas y nocturnas), además de los zorros del desierto y otros mamíferos carnívoros de las zonas donde viven.

De todas formas los jerbos son muy listos y rápidos y se avisan unos a otros mediante unos “pisotones” sobre la tierra usando las patas traseras. De sonidos usan solo los justos, una especie de “chirridos” débiles cuando nacen las crías o cuando mantienen alguna discusión entre ellos.

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Bebé recien nacido, ciego, sordo y sin pelo. ¿El tamaño? No llega ni a tres centímetros.
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Jerbos durmiendo plácidamente juntos, la mayoría de color negro.
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Han pasado cuatro días y ya se empieza a ver la “pelusilla”.

Si alguna cría muere por alguna enfermedad o accidente, los padres optan por comerse el cadáver para evitar que se descomponga en la cueva y provoque infecciones. Además es una fuente de proteínas importante, sobre todo para la madre que está dando de mamar a los cachorros.

Estos nacen desnudos, ciegos y sordos: son como pequeños trocitos de carne sonrosada que se mueven con dificultad y solo buscan la leche de su mamá y el calor que les dan sus padres y hermanos.

Pero a los pocos días (cinco o seis) ya tienen una pelusilla gris y se les abren las orejas. A los 15 tienen pelo (de color marrón), les salen los incisivos para empezar a roer y se les abren los ojos. Y a la semana siguiente ya empiezan a comer por su cuenta y a moverse con soltura.

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Bebé de seis días con su típica pelusilla y las orejas ya formadas.
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Cría más mayorcita, de unas dos semanas.
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A pesar de eso aún sigue mamando aunque también comen alimentos sólidos.

Quedan lejos ya los días en que sus papás los devolvían al nido cogiéndolos con sus manos y ayudándose de la boca, pero sin hacerles ningún daño. Ahora ya tendrán que marcharse y tratar de buscar su propio territorio para formar nuevas familias.

Esto sería en libertad, pero ahora os contaré lo que ocurrió con los nuestros. Un buen día Diego pensó que quería unas mascotas más grandes y se le ocurrió criar chinchillas. En la tienda de animales se hicieron cargo de los cinco jerbos macho con lo que nos habíamos quedado. El resto los habíamos ido regalando a amigos que los querían.

Cuando vamos a la finca que Jesús y Mar tienen en Extremadura podemos ver todavía algunos que les regalamos que viven en una jaula enorme con arena, troncos, refugios de madera… en fin, como reyes.

Nota: Todas las fotos son nuestras, algunas sacadas de videos que les hicimos.