Las salamanquesas son unos animalitos mucho menos conocidos que las lagartijas y los lagartos, aunque bastante «normales» ya que los hay por montones de sitios. Sobre todo por las paredes o techos de casas situadas en el campo o cerca de la playa.

Diego y yo empezamos a verlas en el mismo hotel donde descubrimos los sapos, o sea en “El Paraíso del Mar” de Nerja (Málaga). Allí por las noches las veíamos como se acercaban a las luces de las lámparas de las paredes blancas y encaladas para intentar cazar los insectos que revoloteaban atraídos también por la magia de la luz.

Al principio Diego solo las miraba de paso en nuestras visitas al jardín a ver si encontrábamos algún sapo pero, poco a poco, le fue entrando la curiosidad y empezó a querer cogerlas. Y enseguida tuvo éxito y capturó la primera.

Le gustó su tacto suave y le llamó la atención la boca tan grande, preparada para engullir insectos del tamaño de algunas mariposas nocturnas, que son bastante grandes, la verdad.

Animales Normales - Reptiles - Salamanquesas
Salamanquesa casi bebé capturada por Diego en “El Paraíso del Mar”. Fijaos en la cabeza grande en proporción al cuello y la pupila vertical, adaptada para la visión nocturna.
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Ejemplar de salamanquesa rosada.

Poco a poco, la caza y captura de salamanquesas o “geckos” que también así se las conoce (y es como Diego las llama), se fue haciendo habitual. Por supuesto, una vez observadas y a veces fotografiadas, les devolvíamos inmediatamente la libertad, dejando a cada una en el mismo sitio donde la habíamos cogido.

Pero antes de seguir vamos a explicaros de donde viene eso de “geckos”. Este término es inglés, pero resulta que hay una especie de salamanquesa malaya que suele dar un grito que a los nativos les suena así: “jeco”. El nombre tuvo éxito y a todos estos animalitos se les llama científicamente “gekkos”, con “g” y doble “k”.

Y es que hay muy pocos reptiles que se comuniquen de forma sonora, siendo todo este grupo de las salamanquesas o “gekkos” de los más “habladores”. Naturalmente unas especies más que otras, pero el caso es que se montan sus tertulias y, a base de grititos o cosas similares, se entienden y dicen cosas como “este es mi sitio”, “no te acerques más” o “me gustas como pareja”.

La especie más común en España es Tarentola mauritanica que es la que Diego y yo conocemos.

Existe también en nuestro país la “salamanquesa rosada” (Hemidactylus turcicus) llamada así por su color más claro o “costera” por encontrarse en las costas del sur y del este, desde el Algarve portugués hasta la costa azul de Francia.

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Diferencia entre las patas de ambos géneros: Tarentola y Hemidactylus.
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Otro ejemplar de Salamanquesa común demostrándonos que bajar de cabeza por una pared no es tan complicado.

Hay una forma de distinguirlas fijándonos en sus patas por abajo. La “tarentola” solo tiene uñas en dos de los cinco dedos, y las laminillas de sus patas están sin dividir mientras las de “hemidactylus” están partidas (de ahí lo de “hemi” que significa “mitad”) y tienen uñas en cada dedo.

Y son precisamente esas laminillas las que, funcionando como pequeñas ventosas, permiten a las salamanquesas trepar por superficies lisas verticales aunque sean de cristal, e incluso andar por los techos de las viviendas donde suelen introducirse en busca de insectos.

Las salamanquesas son animales nocturnos, aunque también de día pueden estar despiertas y capturar algún que otro animalillo. Pero lo suyo es la noche y para eso tienen esos ojos enormes y con la pupila vertical, como veíamos antes en la foto.

Otra peculiaridad de estos reptiles es que pueden cambiar de color como los camaleones, aunque los cambios sean menos llamativos. En realidad varía ligeramente la tonalidad de su piel según la luz, yendo solo desde el blanco grisáceo al marrón oscuro.

Viven en el campo o en las casas, generalmente rurales. Las podemos encontrar tanto entre unas rocas como sobre troncos de árboles, en una casa en ruinas o en una normal, en el jardín, en la fachada o incluso dentro de ella.

Las hembras ponen dos huevos que son muy redondeados, casi esféricos y de cáscara bastante dura. Lo hacen dos veces al año, generalmente en los meses de abril y de junio. Tras una larga incubación nacen las pequeñas salamanquesas, de muy pocos centímetros. Su crecimiento es lento y, si no son capturadas por algún predador (por ejemplo algún gato o alguna rapaz nocturna), pueden vivir hasta 8 años.

Hay quienes las tienen como mascotas en terrarios, alimentándolas con larvas de insectos o insectos vivos, pero no os lo recomendamos, no ya por el esfuerzo que requiere mantenerlas, sino porque estos son animales salvajes deben estar en libertad. Y la verdad que observarlos no es difícil, porque suelen vivir cerca de los humanos, así que resulta fácil encontrarlos, sobre todo en verano y en zonas cálidas y costeras.

Nota: el dibujo de las patitas es de Elena Padró y Miquel Zabala, que ilustraron una colección de libros que se llama VIVAC de la Editorial Teide. Y las fotos (menos la primera que es nuestra) son de Wikipedia.