Además no siempre tienen éxito pues muchas veces las urracas no les dejan poner los huevos en su nido y otras los rompen o incluso se los comen, pues son capaces de distinguirlos de los suyos. Pero si no es así el pollito de críalo nace unos cinco días antes que los de las urracas siendo más grande y encima más espabilado. O sea que al final las pobres urracas le dan más de comer y pueden terminar olvidándose de sus propios hijos.
Cuando el críalo sale del nido sus padres adoptivos (o sea, las urracas) le siguen alimentando hasta que un buen día oirá el grito de otro críalo adulto y se irá con él. Así los críalos se van reuniendo a lo largo del verano hasta que entrado el otoño vuelven a África donde pasan el invierno.
En el verano y siempre que consigan evitar a los críalos y a otros enemigos como los zorros, los gatos monteses, los turones o los azores (sobre todo estos últimos), la familia de urraquitas busca alimento y a veces se juntan con otras familias si hay comida en abundancia. Por ejemplo si ha muerto una oveja, vaca, burro, ciervo, etc., las urracas se acercan y empiezan a lanzar sus gritos que atraen a otros animales como los buitres que tienen picos y garras más fuertes que pueden empezar a taladrar la dura piel del animal muerto.
Quien dice buitres dice también alimoches cuervos o milanos. Incluso a veces son los lobos, los jabalíes o los perros quienes acuden a la llamada de las urracas. Unos detrás de otros empiezan a comer hasta que nuestras amigas pueden alimentarse de los restos a pesar de haber sido las primeras en descubrir la comida. Pero hay para todos y si no fuera por estos otros animales las urracas no podrían comer este tipo de alimentos.
De todas formas de hambre no se morirían porque las urracas comen de todo ya sean animales vivos como insectos, lombrices, larvas, ranas, lagartijas, pollitos de otras aves, etc., o bien huevos de nidos, semillas, frutos, larvas, o restos de comida que los humanos nos dejamos, les da igual que sean dulces, salados, carne, pescado, pasta, en fin, lo que sea.
Aparte de los enemigos antes citados, las urracas se llevan muy mal con las rapaces no solo diurnas sino también nocturnas como los búhos y lechuzas. Y los linces las sacan de quicio, bueno las sacaban porque desgraciadamente quedan muy pocos.
Al hombre en general le consideran enemigo y aunque busquen su cercanía porque eso suele significar comida fácil, se cuidan mucho de aproximarse demasiado. Es cierto que hay personas que las alimentan, las salvan y las adoptan, pero también hay quienes las matan por placer e incluso las envenenan con huevos cocidos en los que ponen estricnina o un veneno parecido por pensar que se comen los huevos y los pollitos de las perdices.
Cierto que pueden hacerlo, pero nunca van a poner en peligro esa especie de caza y -por otro lado- hay que pensar en la labor de “limpieza” que las urracas hacen al comerse todo tipo de animales muertos. Y eso sin tener en cuenta la cantidad de insectos que consumen, algunos perjudiciales.
Hay una leyenda según la cual las urracas son ladronas de objetos brillantes que esconden en sus nidos. No es que los “roben” sino que les gustan las cosas que brillan, ya sea un simple cristal o una joya y, si pueden, se la llevan. También parece que son de los pocos animales (junto a monos y delfines) que son capaces de reconocerse en un espejo.
Si se les enseña desde pequeñas, como habríamos hecho Diego y yo, pueden aprender bastantes sonidos, incluso a imitar la voz humana como los loros. Viven bastante, entre 10 y 15 años, sobre todo si están en cautividad y bien cuidadas, aunque seguro que ellas, como todos los animales salvajes, prefieren la libertad.