La reproducción de los sapos sucede en primavera y para ello es necesario que haya agua en la que los machos ocupan cada uno un territorio para desde allí atraer a las hembras con sus cánticos. Puede servir una simple charca o bien las pozas que quedan después de la lluvia como ocurre en el jardín del hotel Paraíso.
El “noviazgo” de los sapos es muy ruidoso y aparatoso porque los machos se congregan alrededor de la charca defendiendo cada uno su territorio y cantando de forma estridente para que las hembras se aproximen. Después de una parada nupcial donde el macho se sube encima de la hembra y la sujeta por debajo de los hombros, esta deposita los huevos en una especie de rosario de cuentas oscuras que flota en el agua y donde el macho se aproxima para depositar su esperma y que los huevos queden fecundados.
Lo cierto es que en esos días se forma en la charcas un buen jaleo hasta que tras las puestas los adultos se van retirando poco a poco (los machos son los últimos porque siempre esperan que otra nueva hembra se les aproxime) y la calma vuelve a reinar, lo que favorecerá que los huevos sigan su desarrollo.
De ellos saldrán unos renacuajos de color oscuro, prácticamente negro, que vivirán en el agua un tiempo (desde un par de meses hasta algo más de un año, según la especie) alimentándose de pequeños trozos de materia orgánica o animalillos acuáticos hasta ser lo suficientemente mayores como para capturar pequeñas presas tales como larvas o insectos. Muchos de ellos también serán presas de otros animales, sobre todo de peces y patos u otras aves que los cazan con facilidad.
Diego y yo descubrimos una charca artificial en el parque del Palacio de la Magdalena, en Santander en donde había en verano decenas de pequeños renacuajos negros que eran crías de sapo.
Y nos falta hablaros de la otra especie más normal de sapo que es el sapo partero, llamado así porque los machos se ocupan de llevar las puestas de las hembras enrrolladas sobre las patas traseras, unos 150 huevecillos en dos cordones. Pero si la puesta es menor, el papá sapo puede transportar la puesta de otra nueva hembra. Se encargrá de cuidar los huevos hasta que estén a punto de nacer las larvas, lo que ocurre a las cinco semanas.
Cada día el solícito papá se acercará a un lugar donde haya agua para humedecer los huevos consiguiendo que se conserven en perfecto estado hasta que los deposite definitivamente para que sigan su evolución. La ventaja que tiene esto es que los huevos están cuidados durante su período de incubación, siendo más probable que los sapitos salgan adelante.
Sin embargo los sapos parteros viven menos que los otros, máximo cinco años, y son mucho más terrestres que las otras especies, pudiendo vivir en muy distintas zonas tanto a nivel del mar como en zonas montañosas.
Cuando veáis un sapo, sea de la especie que sea, por favor no os asustéis ni penséis que es un animal repugnante ni maligno. Observadle porque es muy curiosa su forma de desplazarse y, si tenéis paciencia, incluso podéis verle comer alguna de sus presas favoritas. Aprovechamos para deciros que su lengua se proyecta desde la base de su boca y alcanza a su presa que se queda pegada a la misma.
¡Y no digamos si coincidís con alguna charca donde estén reproduciéndose…!!! Entonces el espectáculo está garantizado y lo pasareis muy bien observando las “bodas” de los sapitos.
Por último, si os atrevéis a coger alguno, hacedlo con cuidado, tanto si son crías como adultos, soltadle enseguida en el mismo lugar donde estaba y lavaros las manos ya, sobre todo si se trata de un sapo verde o corredor.
Esperamos que hayáis aprendido alguna cosa más sobre los sapos, estos animalitos tan curiosos en sus costumbres y tan beneficiosos para el campo y los jardines. Así que, por nosotros, ¡que vivan los sapos!