Hay un hotel en el pueblecito de Nerja, en la provincia de Málaga al que solemos ir. Se llama “Paraíso del mar” y desde luego que lo es para estos animalitos con tan mala fama como son los sapos.

A los sapos se les ha asociado con todos los males, desde ser animales malignos hasta traer mala suerte, así como ser portadores de enfermedades, eso sin olvidar lo del veneno: “que asco, no lo toques que son venenosos”, se suele decir a los niños. Nada de esto es cierto, salvo que la piel de algunas especies tiene algunas glándulas venenosas siempre que se ingiera el animal por lo que algunos animales como las nutrias optan por quitársela antes de comerlos.

En general no son buenas presas porque su sabor no suele ser agradable y ello les salva de no pocos problemas con otros animales como zorros, lobos, perros, gatos, etc. que conocen ya desde pequeños lo poco sabroso que puede ser un sapito.

Pero lo cierto es que estos son animales encantadores y totalmente pacíficos, que viven en todo tipo de zonas porque solo necesitan el agua para la reproducción.

Diego y yo los encontramos en el hotel que os decíamos en el que hay un jardín precioso, con árboles y arbustos de los más variados como podéis ver en estas fotos:

Animales Normales - Anfibios - Sapos
Vista del jardín con la piscina y una palmera en primer término.
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Este es el primer “sapito” que vimos en el jardín del Paraíso del mar. ¿A que parece de adorno?
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Otra vista del mismo jardín donde destaca un árbol frutal.

Pues en este jardín es donde un buen día, mejor dicho, una buena noche, apareció ante nuestros ojos un personaje que al principio pensamos era una decoración. Pero un leve movimiento de su cuello nos sacó de dudas. Era un ser vivo, un animalito tan curioso como difícil de ver que estaba por allí, en unos escalones, a la espera de encontrar algún insecto que llevarse a la boca.

Porque son los insectos, sobre todo los nocturnos como ellos, los bocados preferidos de estos sapos. Por eso se ponen allí donde hay algunas luces en el suelo que los atraen, sobre todo a los voladores. Pero si no también pueden comer larvas e insectos que vivan en el suelo (arañas, ciempiés, grillos, etc.) y también babosas, caracoles, hormigas, lombrices,…, o sea, que de hambre no se mueren. Y si las condiciones no son favorables porque haga mucho calor o mucho frío también pueden quedarse aletargados para gastar la menor energía posible.

Lo peor es cuando tienen que trasladarse porque ahí es cuando pueden morir atropellados por los coches al atravesar alguna carretera o bien encontrarse con alguien que piense que los sapos son animales repugnantes a los que hay que eliminar.

No es el caso de los sapitos de este hotel donde el jardinero, Antonio, sabe lo beneficiosos que son para las plantas al librarles de orugas, insectos o lombrices que, en exceso, podrían ser perjudiciales para las plantas del jardín. Así que no pone herbicidas ni insecticidas en el agua para que el terreno no se envenene y los sapos puedan vivir allí sin ningún problema.

Cosa que hacen unos cuantos años porque pueden llegar a cumplir10 o incluso 15 según las especies. Y también depende de la suerte que tenga cada uno de ellos, claro. Porque aparte los que atropellan los coches, se los comen las cigüeñas, los milanos o los cárabos (nocturnos como ellos). Eso a los mayores, porque a las crías se los pueden comer los patos o incluso las larvas acuáticas de escarabajos o libélulas. Por cierto una “táctica” para intentar defenderse –los adultos, claro- es hincharse de aire como si fueran globos para parecer mayores y quedarse muy quietos. A veces también emiten unos sonidos tipo “bufido” (quizás de de ahí su nombre científico “Bufo”) para intentar asustar al posible predador.

Pero si ven que esto no da resultado optan por la huída. Normalmente caminan a cuatro patas pero también pueden dar saltos, como vemos en estas fotos.

Estos sapos son fáciles de capturar una vez que se les distingue en la noche (a no ser que les pillemos en un escalón o similar como nos ocurrió la primera vez). Diego y yo solemos hacer “batidas” con linternas para verlos entre las plantas donde viven y una vez descubiertos se les coge con facilidad. Y os prometemos que su piel no es desagradable ni nos da ningún problema en las manos.

Como hacemos con todos los animales que manipulamos, después de verlos un ratito y a veces hacerles fotos, los soltamos en el mismo sitio donde los cogimos. Y nos lavamos bien las manos, claro está.

Esta especie de sapo de la que os estamos hablando es la llamada “sapo común”, en latín “Bufo bufo”, pero también hay otras especies de sapos en nuestro país como son el sapo corredor (“Bufo calamita”), el sapo partero ( “Alytes obstetricans”) y el sapo verde (“Bufo viridis”). Este último se encuentra solo en las Islas Baleares.

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Sapo caminando por una especie de alfombra de plástico.
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Aquí vemos otro sapito saltando de un escalón a otro de más arriba con una sorprendente agilidad.
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Esta es Ana, una amiga de Diego que también disfruta con los sapitos.
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Como veis precioso sapo con manchas verdes que es todo un “traje de camuflaje”.
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Diego no pasa una noche en el Paraíso sin hacer una visita al “zapo” como le gusta decir.

Si vais a estas islas a lo mejor tenéis la suerte de verle, pero con este si hay que tener más cuidado al cogerlo porque sobre todo tras los ojos pero también en su piel tiene glándulas venenosas. Así que los de esta especie casi es mejor observarlos y, si podéis, hacerles alguna foto.

Esta especie de sapos depende del agua más que otras, por lo que siempre se les encuentra cerca de charcas o estanques.

Por cierto hay una leyenda en estas islas de que los días de lluvia “caen sapos del cielo”. En realidad lo que ocurre es que al llover se ponen en marcha y salen de sus escondites por lo que parece que “llueven sapos”.

El sapo corredor se llama así porque tiene las patas traseras más cortas que sus congéneres lo que le impide saltar. Lo podéis encontrar en todas las regiones excepto en las islas y la cornisa cantábrica, siendo capaz de vivir tanto a nivel del mar como en zonas de montaña, valles, etc. Al igual que el verde, tiene glándulas por las que segrega una sustancia tóxica cuando se ve amenazado, lo mismo que a través de su piel. Eso le hace ser respetado por sus predadores pero si lo tocáis hay que lavarse muy bien las manos inmediatamente. A pesar de ser un anfibio, los adultos no saben nadar e incluso pueden ahogarse en el agua que solo frecuentan para reproducirse.

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Aquí tenéis la foto de un sapo corredor hecha por Eduardo Escoriza que sabe mucho más que nosotros de estos animalitos.
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Puesta de sapo con sus típicos cordones gelatinosos donde se alojan los pequeños huevecillos negros. En este caso se han enrollado a una rama de árbol que estaba en el agua.
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Sapo caminando por una especie de alfombra de plástico.
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Aquí vemos otro sapito saltando de un escalón a otro de más arriba con una sorprendente agilidad.
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Sapo partero con su “nido” a la espalda. La verdad es que ir así durante cinco semanas tiene su mérito. Es todo un “parto”, de ahí su nombre.

La reproducción de los sapos sucede en primavera y para ello es necesario que haya agua en la que los machos ocupan cada uno un territorio para desde allí atraer a las hembras con sus cánticos. Puede servir una simple charca o bien las pozas que quedan después de la lluvia como ocurre en el jardín del hotel Paraíso.

El “noviazgo” de los sapos es muy ruidoso y aparatoso porque los machos se congregan alrededor de la charca defendiendo cada uno su territorio y cantando de forma estridente para que las hembras se aproximen. Después de una parada nupcial donde el macho se sube encima de la hembra y la sujeta por debajo de los hombros, esta deposita los huevos en una especie de rosario de cuentas oscuras que flota en el agua y donde el macho se aproxima para depositar su esperma y que los huevos queden fecundados.

Lo cierto es que en esos días se forma en la charcas un buen jaleo hasta que tras las puestas los adultos se van retirando poco a poco (los machos son los últimos porque siempre esperan que otra nueva hembra se les aproxime) y la calma vuelve a reinar, lo que favorecerá que los huevos sigan su desarrollo.

De ellos saldrán unos renacuajos de color oscuro, prácticamente negro, que vivirán en el agua un tiempo (desde un par de meses hasta algo más de un año, según la especie) alimentándose de pequeños trozos de materia orgánica o animalillos acuáticos hasta ser lo suficientemente mayores como para capturar pequeñas presas tales como larvas o insectos. Muchos de ellos también serán presas de otros animales, sobre todo de peces y patos u otras aves que los cazan con facilidad.

Diego y yo descubrimos una charca artificial en el parque del Palacio de la Magdalena, en Santander en donde había en verano decenas de pequeños renacuajos negros que eran crías de sapo.

Y nos falta hablaros de la otra especie más normal de sapo que es el sapo partero, llamado así porque los machos se ocupan de llevar las puestas de las hembras enrrolladas sobre las patas traseras, unos 150 huevecillos en dos cordones. Pero si la puesta es menor, el papá sapo puede transportar la puesta de otra nueva hembra. Se encargrá de cuidar los huevos hasta que estén a punto de nacer las larvas, lo que ocurre a las cinco semanas.

Cada día el solícito papá se acercará a un lugar donde haya agua para humedecer los huevos consiguiendo que se conserven en perfecto estado hasta que los deposite definitivamente para que sigan su evolución. La ventaja que tiene esto es que los huevos están cuidados durante su período de incubación, siendo más probable que los sapitos salgan adelante.

Sin embargo los sapos parteros viven menos que los otros, máximo cinco años, y son mucho más terrestres que las otras especies, pudiendo vivir en muy distintas zonas tanto a nivel del mar como en zonas montañosas.

Cuando veáis un sapo, sea de la especie que sea, por favor no os asustéis ni penséis que es un animal repugnante ni maligno. Observadle porque es muy curiosa su forma de desplazarse y, si tenéis paciencia, incluso podéis verle comer alguna de sus presas favoritas. Aprovechamos para deciros que su lengua se proyecta desde la base de su boca y alcanza a su presa que se queda pegada a la misma.

¡Y no digamos si coincidís con alguna charca donde estén reproduciéndose…!!! Entonces el espectáculo está garantizado y lo pasareis muy bien observando las “bodas” de los sapitos.

Por último, si os atrevéis a coger alguno, hacedlo con cuidado, tanto si son crías como adultos, soltadle enseguida en el mismo lugar donde estaba y lavaros las manos ya, sobre todo si se trata de un sapo verde o corredor.

Esperamos que hayáis aprendido alguna cosa más sobre los sapos, estos animalitos tan curiosos en sus costumbres y tan beneficiosos para el campo y los jardines. Así que, por nosotros, ¡que vivan los sapos!

Nota: Os recomendamos la página web www.sierradebaza.org que la hacen Javier Benavides, Javier Fuentes y el antes citado Eduardo Escoriza (el de la foto del sapo corredor). De verdad que está fenomenal y podéis aprender muchas más cosas sobre la vida de estos anfibios. La foto de la puesta la hemos sacado de la página “elestanque.com” y la foto del sapo partero es de un biólogo valenciano llamado Salvador Colvée que la tiene en una página web donde hay magníficas fotos de la naturaleza y que se llama “fotonatura.org”.