Los cangrejos son unos de los animales con los que Diego ha disfrutado más. Me refiero a los cangrejos de mar, porque los de río los conoce menos.

Cuando empezamos a ir a La Coruña y descubrió un dique en el puerto de Santa Cruz, donde era relativamente fácil capturarlos, se volvió loco de alegría. Quería ir a todas horas pero sobre todo por la noche, cuando es más fácil cogerlos. Bueno fácil para él que se hizo un auténtico especialista, porque los cangrejos son listísimos y saben esconderse enseguida y en los sitios en que es más difícil dar con ellos.

A la mínima sospecha de peligro se esconden en grietas de la roca o bien se tiran al agua y ahí sí que es imposible su captura. Pero Diego se las ingenió para cogerlos primero a mano, a base de acercarse muy despacito adonde estaba el cangrejo para intentar sorprenderle con un rápido movimiento. Y luego se hizo con una red al final de un palo con la cual le resultaba más fácil su captura después de la cual los depositaba en un cubito con agua de mar.

Una vez que los tenía su mayor placer era sacarlos del cubito, dejarlos correr por una placita solitaria y volverlos a coger, con la mano o con la red. Y así una y otra vez hasta que yo le decía que ya estaba bien y que el pobre cangrejo también tenía derecho a descansar. Entonces los llevábamos en el cubito hasta la orilla del muelle adonde los soltábamos y ellos se iban corriendo tan contentos al agua. Debían pensar: “¡Uf, de buena nos hemos librado!»

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Este es el famoso “dique” del puerto de Santa Cruz (junto enfrente de A Coruña) que, en realidad, es un muelle que al subir la marea es recubierto por las aguas.
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¡A ver quién es el guapo que saca este “cangrejito” de su cueva! Diego lo ha conseguido a veces, pero no es fácil no…
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Aquí vemos dos ejemplares, uno adulto y otro bebé, nadando en el cubito azul de Diego.

Estos cangrejos son de una especie muy curiosa llamada «queimacasas», Pachygrapsus marmoratus para los científicos y también conocido como «corredor», así le costaba a Diego alcanzarles. Tienen las pinzas algo desiguales, más grandes en el macho. Los cuatro pares de patas están provistas de pelos y adaptadas para correr y trepar, pero no para nadar. Viven en costas rocosas, entre las grietas de las rocas, como las del Castillo de Santa Cruz, y no a mucha profundidad, como mucho a dos metros. Al salir del agua, es capaz de desplazarse rápidamente por las rocas. Es omnívoro y se reproduce en mayo. Las hembras pueden criar a los dos años y tanto ellas como los machos viven unos tres años.

La especie más corriente en nuestro país es Carcinus maenas también llamado cangrejo verde europeo, con caparazón de este color, bastane oscuro y con algunas manchas blanquecinas. Viven tanto en las costas como en el fondo, eso sí, cerca de la costa, caminando de lado con sus ocho patas y cazando pececillos con las dos pinzas, esas que hay que evitar al cogerlos porque te pueden dar un buen pellizco. Tienen mucha fuerza en ellas y las usan para luchar unos contra otros. A veces, en esas batallas, pueden perder alguna, pero la pueden recuperar en la siguiente muda, aunque nunca será tan grande ni tan fuerte como la anterior.

Porque los cangrejos se “mudan”, pero no de camiseta, sino de caparazón. Son animales “blindados” que para crecer lo que hacen es desarrollar otro caparazón más blando debajo y cuando crecen el de fuera se desprende y el nuevo se va haciendo más duro y se convierte en su nueva coraza. Estos son unos días de máximo peligro para el cangrejo ya que no tiene su protección y puede ser comido por aves u otros animales que normalmente no podrían devorarlo por su dureza externa.

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Diego por la tarde en el muelle, preparando su cacería nocturna.
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Por la noche en plena expedición a través de las aguas con la marea alta.
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Depositando un cangrejo en el cubo del que pronto será liberado.

Respiran por branquias y aunque pueden estar bastante tiempo fuera del agua la necesitan para vivir, Tienen dos ojos muy curiosos porque están sobre sendos filamentos y son como dos “pelotitas” negras y móviles.

Comen sobre todo animales muertos, la mayoría peces, pero también pueden pescarlos con sus pinzas con las que se defienden y atacan a los otros cangrejos. Tienen un olfato buenísimo y así pueden saber enseguida donde hay algún resto de comida, casi siempre dentro del agua que es donde suelen estar. También comen muchos moluscos de dos conchas, los llamados “bivalvos”, como son las almejas, las chirlas o los mejillones, siendo incluso capaces de abrirlos con la fuerza de sus pinzas.

A su vez tienen unos enemigos mortales que son los pulpos para los que los cangrejos son un verdadero manjar. Cuando son pequeños y, sobre todo, cuando están mudando y tienen el caparazón blandito, pueden ser comidos por peces, por otros cangrejos más grandes o por nutrias marinas, a las que también les gustan mucho. Lo malo es que en España ya no quedan demasiadas.

Su mayor enemigo somos nosotros, los humanos, que los pescamos mediante unos artilugios llamados “nasas” que son como unas jaulas en las que se pone un cebo (un pez muerto, por ejemplo) y los cangrejos que entran no pueden salir.

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Este es Diego delante de unas nasas al lado del Acuario de A Coruña.
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Y esta es una nasa vista de cerca. El cangrejo entra por el tubo para comerse el cebo, pero ya no puede salir.

La hembra del cangrejo de mar, después de ser fecundada por el macho, pone bastantes huevos que transporta bajo su cuerpo gracias a una sustancia pegajosa que los une, hasta que nacen las larvas que son muy pequeñas. Meses más tarde y después de flotar en el mar, las larvas bajan al fondo y se convierten en pequeños cangrejitos. Los podéis ver en verano en las rocas de cualquier playa.

En el mar encontramos también a los cangrejos llamados “ermitaños” porque van metidos dentro de una concha de caracol. Lo hacen así porque esta especie de cangrejo es de caparazón blando, sobre todo la zona del abdomen. Cuando crecen necesitan buscar una concha de mayor tamaño y en estos momentos es cuando son más fácilmente devorados por peces u otros predadores.

Por tener que “enroscarse” para entrar en  la concha, estos cangrejos tienen el cuerpo un poco curvo y su parte derecha es diferente a la izquierda lo que se aprecia muy bien en las pinzas siendo una más grande que la otra. La especie de cangrejo ermitaño más frecuente en nuestro país es Pagurus bernhardus.

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Cangrejo ermitaño dentro de su concha. Fijaos como su pinza derecha es mayor que la izquierda.
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Aparte de ir dentro su concha, este va cargando con una actinia que le defiende y a cambio se aprovecha de los restos de lo que come el cangrejo a la vez que le usa como medio de transporte.

Algunos cangrejos ermitaños transportan una actinia sobre la concha habiendo entre ellos una especie de “amistad” ya que ella protege al cangrejo con sus células urticantes que pican a quien se le acerque y este la transporta por lo que puede encontrar más peces que comer aunque también aprovecha los restos de lo que come el cangrejo. Es lo que los científicos llaman una “simbiosis” entre dos especies distintas.

Pero en los ríos también hay cangrejos, aunque en España y otros países de Europa hay cada vez menos debido a un hongo parásito que vive en sus caparazones y termina por matarles. Hace años los ríos estaban llenos de cangrejos que se pescaban bien con reteles o bien a mano.

Recuerdo como había un vecino de Santiuste de San Juan Bautista (Segovia) que se metía en el río (concretamente el Voltoya) y sacaba los cangrejos prendidos en sus dedos gracias a que metía los brazos dentro de las cuevas que estos hacen en las márgenes del río y donde suelen pasar el día. Mi padre los pescaba con reteles como el que hemos visto en la foto, y lo hacía al anochecer o a veces hasta de noche.

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Retel para cangrejos visto desde arriba. En el centro se pone un cebo bien de carne o de pescado y se espera a que los cangrejos entren a comérselo. Cuando están en ello se tira de la cuerda y se sube el retel donde quedan atrapados.

Los cangrejos son animales nocturnos que comen muchas cosas, desde plantas acuáticas y algas hasta alevines, culebras pequeñas, renacuajos y huevos tanto de peces como de ranas, así como larvas de insectos y, por supuesto, cadáveres de estos u otros animales. También les gustan las lombrices, las sanguijuelas, los pequeños caracoles de agua dulce o las todavía más pequeñas pulgas de agua, o sea, que de hambre no se mueren.

Sí lo hacen (o sea, se mueren) cuando son presa de otros animales como el mirlo acuático, la cigüeña o los patos y de peces como la trucha, la perca, el lucio o la anguila. También las nutrias se los comen con gusto cuando consiguen atraparlos.

Los cangrejos de río son animales valientes y agresivos que se defienden con sus pinzas y si no, huyen gracias a los movimientos de cola que los desplazan al revés y además bastante deprisa. Se suele decir: “vas para atrás como los cangrejos”. A veces son capaces de desprenderse a propósito de una pata para que su perseguidor se entretenga y así poder escapar. Esta pata se regenera al poco tiempo igual que cuando las pierden en alguna pelea.

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En este dibujo vemos el variado menú del que puede disponer el cangrejo de río.

Cuando empieza el otoño los machos empiezan a buscar a las hembras que, en principio, no quieren saber nada con ellos. Pero a base de perseguirlas consiguen depositar su esperma sobre el abdomen de la hembra que se coloca boca arriba.

La hembra llevará el líquido seminal -que se hace sólido al contacto con el agua- durante unas cuantas semanas: de tres a seis. Antes construye con sus pinzas y su cola una especie de nido excavando en el fondo del río. Allí se protege hasta el momento de la puesta que dura nada menos que dos días. Sale del nido y pone entre 100 y 150 huevecillos de color negro que coloca en su abdomen donde se fecundan con el esperma que seguía allí.

Después vuelve al nido donde defenderá a sus futuros hijos de sus enemigos pero no podrá evitar perder algunos huevos, normalmente unos 50. A pesar de eso la mayoría nacerán en junio cuando la hembra abandona su refugio y son entonces muy pequeños, de unos 7 mms. de largo, aunque ya tendrán la forma normal de cangrejo.

Para crecer tendrán que mudarse de caparazón lo que les supone un problema, primero por el esfuerzo que tienen que hacen para librarse de su antigua “piel” y después porque hasta que la nueva envoltura se endurece son mucho más fáciles de atacar por sus enemigos. Al año ya miden unos 20 mms. y seguirán creciendo cada año hasta los 12 cms. y los 80 gramos de peso. Pueden vivir hasta 20 años.

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El macho es algo mayor que la hembra y tiene las pinzas más largas y fuertes.
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La hembra es algo más pequeña pero su abdomen es más ancho en proporción que el del macho.
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Momento de la cópula en la que el macho se situa por encima de la hembra.
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Hembra en su nido después de haber puesto los huevos.

Las especies típicas de España eran el de patas blancas (Austropotamobius pallipes) o el llamado «noble» (Astacus astacus), pero casi se extinguieron por la llamada “peste del cangrejo” que os decíamos al principio que consiste en un hongo que infecta la piel de los cangrejos. Ahora solo los hay en algunos ríos del norte.

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Pequeños cangrejitos recién nacidos que se protegen en el abdomen de su mamá.
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Ejemplar adulto de Austropotamobius pallipes sobre una roca. Se nota que es macho por lo grandes que son sus pinzas siendo el abdomen relativamente pequeño.

Encima se empezaron a introducir aquí otras especies como el “cangrejo señal” y el “cangrejo rojo”. El primero procede de la costa oeste de Norteamérica y los científicos le llaman Pacifastacus leniusculus, introducido en España en los años 1974 y 1975, concretamente en dos criaderos de cangrejos de los ríos Cifuentes en Guadalajara y Ucero en Soria. Los primeros ejemplares vinieron de Suecia, país donde esta especie ha sido muy valorada para sustituir sus cangrejos nativos.

Este cangrejo lleva con él la temible “afanomicosis” que es la enfermedad del hongo del que antes hablamos y puede contagiar a nuestros cangrejos de río. A veces se han echado cangrejos señal en la parte media de ríos para que hicieran de “barrera” frente a los cangrejos rojos que son más agresivos y de hecho acaban con los nuestros.

Y es que el “cangrejo rojo” o Procambarus clarkii, procedente de los pantanos de agua dulce del río Mississippi, es un auténtico destructor porque, aparte de su agresividad, come de todo y mucho. De hecho puede acabar con las puestas de huevos de peces, ranas, sapos… y hasta de los otros cangrejos, los que vivían antes en nuestros ríos. También devora la vegetación, vamos que es una verdadera plaga, por lo que debemos arrepentirnos de haberlo introducido en las marismas del Guadalquivir a la altura de Sevilla, cosa que se hizo también en 1974.

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Cangrejo rojo que Diego cogió en el embalse de Valmayor.
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Cangrejo señal en el que podemos apreciar las dos manchas blancas, una en cada pinza, por cierto de muy distinto tamaño.
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Este otro cangrejo rojo que Diego capturó estaba bastante enfadado, aunque enseguida lo devolvimos al agua.

Total que por repoblar nuestros ríos con otros cangrejos al final nos hemos quedado con muy poquitos de los nuestros, estamos invadidos por los rojos y los señal, sobre todo por los primeros que “arrasan” el río donde estén.

Esperemos que poco a poco nuestros queridos cangrejos de río vayan recuperando sus poblaciones y puedan bajar de la parte alta de algunos ríos, sobre todo del norte de España, donde se han visto acorralados por estas especies americanas que alguien tuvo la “brillante” idea de traer en los años 70.

Para terminar os hablaremos de unos cangrejos muy especiales que tenemos en las islas Canarias y que tuvimos oportunidad de ver Diego, Charo y yo en los llamados “Jameos del agua” de Lanzarote, cuevas hechas por un antiguo volcán y donde hay una laguna de agua salada en la que viven estos pequeños cangrejos que son conocidos allí como “jameitos” aunque su nombre científico es Munidopsis polymorpha.

Son muy pequeñitos, de unos 5 cms., no tienen ojos y son blancos. Destacan sobre las rocas negras volcánicas donde viven en exclusiva y eso pese a las monedas que los visitantes arrojan al agua llenándola de bacterias y partículas metálicas aunque esta costumbre, que se supone da “suerte”, esté totalmente prohibida.

Pues de todas formas allí están estos curiosos cangrejos que son muy fáciles de ver, con formas parecidas a los de río pero viviendo en agua marina y dejándose guiar por su olfato, su oído y su tacto…ya que han perdido los ojos seguramente por la oscuridad de la preciosa cueva de los Jameos, único lugar del mundo donde habitan.

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Cangrejo blanco en la cueva de los Jameos del agua de Lanzarote, único sitio del mundo donde viven.

Nota: Los dibujos y la foto de los “bebés” cangrejo con su mamá son de la Enciclopedia Salvat de la Fauna del Dr. Félix Rodríguez de la Fuente y las fotos la mayoría son mías, menos las de los cangrejos ermitaños que son de “Marlin” y “Wikipedia” y las de los cangrejos señal de “ebierzo.com”. Las fotos de los cangrejos autóctonos españoles también son de Wikipedia.