Un día estábamos en la finca que nuestros amigos Marimar y Jesús tienen cerca del final de la Sierra de Gredos en Extremadura cuando una libélula grande y azul empezó a revolotear cerca del riachuelo que bordea la casa.

A Diego le llamó la atención y puso su mano a ver si había suerte y se paraba en ella. Y allí que se posó a la vez que yo, que tenía la cámara preparada, me acerqué y pude hacer la foto que aquí veis.

La verdad es que salió bastante bien y fue una serie de casualidades que no es normal que se den porque ya es difícil que una libélula se te pose en la mano, pero si encima tienes la cámara de fotos lista y la foto sale, la cosa es como para alegrarse.

Y eso es lo que hacen las libélulas: alegrar los sitios por los que pasan con su vuelo de sube y baja, como si fuesen helicópteros. Tienen práctica porque llevan haciéndolo muchísimos años ya que son uno de los grupos de animales más antiguos sobre la Tierra.

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Libélula azul posada en el dedo pulgar de la mano derecha de Diego. La uña está un poquito sucia, pero eso es normal cuando se vive en el campo como nosotros hicimos esos días.

De hecho son famosas las libélulas gigantes del Carbonífero, periodo de la historia de la Tierra de hace 300 millones de años. Estas libélulas tenían alas que medían hasta 75 cms. de envergadura, que ya es para una libélula.

Las actuales son más pequeñas pero no por eso dejan de ser unos animalitos muy interesantes. Ya de entrada tienen unos ojos enormes, de los llamados “compuestos”, como les pasa a la mayoría de los insectos. Pero las libélulas tienen nada menos que treinta mil pequeños ojos (que se llaman “facetas”) en cada uno. O sea, que ven como si fuera a través de miles de pequeñas televisiones donde en cada una de ellas aparece una parte de la imagen total. Además tienen un cuello que gira con mucha facilidad por lo que pueden ver todo lo que pasa a su alrededor.

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Ojos de libélula vistos de cerca: son de los más potentes dentro de los insectos.

Pero lo que más llama la atención de las libélulas es su forma de volar que es de las más rápidas: pueden llegar los a los 30 Kms. por hora. Y además complicadas porque aceleran con facilidad, se pueden parar en seco en un punto, giran, suben, bajan… O sea que hacen cosas que ningún otro animal volador puede hacer.

Las alas de las libélulas son grandes en relación a su cuerpo y están colocadas paralelas al suelo: Las de las auténticas libélulas no se pueden plegar sobre sí mismas, cosa que sí hacen las de los “caballitos de diablo” que son otro tipo de libélulas. En todas ellas se ven muy claros los nervios y algunas tienen manchas de colores que les sirven para conocer a las de su misma especie gracias a la magnífica vista que tienen.

Tienen dos formas de vuelo: una para cazar y otra para “ligar”. Cuando cazan vuelan a lo largo de la orilla del río donde viven y suelen hacer una serie de bucles en busca de las presas: insectos a los que capturan volando y sujetan con las patas antes de empezar a comérselos con sus mandíbulas.

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Arriba vemos el vuelo de caza en bucles que hacen por las orillas de los ríos y abajo el de celo para atraer a las hembras.

Por cierto que sus patas no les sirven para andar pero con ellas forman una especie de “cesta mortal” donde atrapan a los insectos que suelen ser sobre todo mosquitos pero también moscas, abejas, mariposas y polillas.

Pero a veces veremos libélulas que se colocan perpendiculares a la orilla del río y se mueven en círculo sin cambiar esa posición. Son machos que defienden su territorio y atraen desde allí con sus colores a las hembras.

Por supuesto si otro macho se aproxima hay pelea y el que pierde se tiene que ir.

Cuando una hembra de la misma especie se aproxima el macho la persigue y la sujeta por detrás de la cabeza con dos ganchitos que tiene al final del abdomen, de manera que vuelan juntos hasta que se posan sobre una planta donde la hembra se arquea bajo el macho y toca con el final de su propio abdomen la bolsa que él ha colocado antes sobre su pecho con los espermatozoides que fecundarán los huevos.

En algunas especies la hembra hace la puesta sobrevolando la superficie del agua y dejándolos sobre la misma, pero otras lo que hace es bucear bajo el agua sujeta aún por el macho y depositar un huevo en el tallo de una planta, luego en el de otra y así los van repartiendo por el río, lago o charca donde vivan.

Del huevo sale –después de varios meses- una larva que vivirá generalmente un par de años (o más en algunas especies) capturando animalillos acuáticos que pueden llegar a ser hasta renacuajos o pequeños pececillos.

Respiran por branquias y tienen un sistema por el que pueden expulsar agua impulsándose hacia adelante.

Pero lo más llamativo es la pinza que les sale de debajo de la cabeza y que los científicos llaman “máscara”.

Gracias a ella y a la paciencia que tienen para esperar a sus presas consiguen cazar los animalillos que os decíamos.

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Dibujo y foto donde podemos ver con detalle el complicado apareamiento de dos libélulas. En ambos casos el macho es el que está a la izquierda sujetando a la hembra con sus dos ganchitos.

Mostramos a continuación larvas de libélulas: en los dibujos vemos como son capaces de expulsar el agua por atrás así como su famosa pinza o “máscara” a punto de pescar un renacuajo. Y en las fotos dos larvas en su ambiente natural, la de la izquierda es más joven.

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Es curioso como la larva se va desprendiendo de la piel anterior para salir al aire y empezar la última fase de su vida, que se le pasará “volando”, en todos los sentidos…

Cuando la larva decide dejar de serlo se sube por el tallo de una planta acuática y sale del agua quedándose quieta. Allí se transforma en el insecto adulto que sale abriendo la cápsula por la mitad. La “piel” antigua se queda pegada en la plantas y muchas veces la habréis visto en las plantas de la orilla de algún río, charca o lago. ¿A que sí?

Y es así como la libélula entra en la fase adulta y voladora en la que vivirá tan solo unos meses, los de verano, lo justo para reproducirse y poner los huevos de la siguiente generación.

Al principio ya os hablamos de dos tipos de libélulas: las auténticas y otras que son parecidas y que se llaman “caballitos del diablo”.

De las primeras la especie más conocida en España es “Anax imperator” o “libélula imperial” que es la que se posó en el dedo de Diego. Era un macho porque la hembra de esta especie tiene colores un poco más verdosos.

Otra especie de este primer grupo, conocido como “Anisópteros”, es la llamada “Libélula deprimida”, en latín “Libellula depressa” que vemos también en estas fotos.

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Hembra de Anax imperator, como veis el verde predomina sobre el azul de los machos.
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El macho es bastante diferente a la hembra, sobre todo en el color.
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Esta es la hembra. Como estos animalitos tienen una vista increíble esta es la mejor manera de reconocerse para formar pareja.

En el Concello de Oleiros (enfrente de La Coruña), mi amigo Franqui fotografió este ejemplar de Onychogomphus uncatus, también llamada «libélula cernícalo»:

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Es un macho porque tiene los ojos de color azul turquesa. Las hembras los tienen más bien grises.

El otro grupo de Odonatos (que es como los zoólogos conocen a todas las libélulas) es el de los “caballitos del diablo” o “Zigópteros” de los que la especie más normal es “Calopteryx virgo” que tiene las alas de un color azul intenso.

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Caballito del diablo de la especie Calopteryx virgo posada sobre una roca de la orilla de un río.

También de la zona gallega citada son las siguientes especies:

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Esta es una hembra de Lestes viridis (o Chalcolestes viridis), la única libélula europea que pone sus huevos en madera, sobre todo en ramas y tallos de sauces.
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Macho de Calopterix haemorrhoidalis, que viven cerca de los cursos de agua de poca profundidad, ya sean ríos, arroyos o acequias.
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Y esta es la hembra. Eso sí, el agua tiene que estar clarita, sin contaminar.

Las libélulas, como todos los animales, tienen sus enemigos que las pueden devorar ya sea en su fase de larva como de insecto adulto. A estos los atacan sobre todo los pájaros, aunque no les sea fácil capturarlas al vuelo. Las larvas pueden servir de alimento sobre todo a peces, galápagos, ranas o cangrejos.

Y esta es la historia de estos insectos tan curiosos, estos helicópteros de colores que tanto alegran nuestros ríos, lagos o estanques y que llevan unos cuantos millones de años en este planeta azul, color del que son algunas, entre otras la que se posó en la mano de Diego e hizo que nos fijásemos más en estos simpáticos animalitos.

Nota: El dibujo de las larvas es de Elena Padró y Miquel Zabala que ilustran la colección de libros VIVAC, de la Editorial Teide. El de la larva que sube por la rama desprendiéndose de su cápsula es de la Enciclopedia Salvat de la fauna del Dr. Félix Rodríguez de la Fuente, lo mismo que el de los dos tipos de vuelo. Las fotos de larvas y de libélulas deprimidas son de la Enciclopedia Salvat de las Ciencias. Las «gallegas» las hizo mi amigo Francisco Manuel Illanes (alias «Franqui»), gran conocedor de la zona. La foto de la hembra de Anax imperator es de “eldruida” de la página web “infojardin.com” y el resto son de Wikipedia, menos la primera, que es mía.