Hemos pasado horas enteras persiguiendo saltamontes. Lo hacía yo cuando era niño ¡y menos niño! y ahora lo hago con Diego que se lo pasa fenomenal detrás de estos insectos tan especiales que, si no fuera porque los vemos cada primavera y cada verano, nos parecerían seres rarísimos.
Estos pequeños acorazados que son capaces de saltar cada vez que los intentamos coger hasta que se cansan del juego y deciden dar un vuelecito para irse lejos y que les dejemos en paz, son una de las distracciones favoritas de muchos niños cuando llega el buen tiempo.
El primer sitio donde Diego se aficionó a coger saltamontes fue el mismo de las lagartijas, es decir, la pared del cementerio antiguo de Reinosa. Por el prado que lo rodea corría detrás de cada saltamontes que descubría. Y no eran pocos porque el sitio es ideal para ellos. Hierba, calor por el día y humedad por la noche. Y frío, bastante frío incluso en verano. Pero la coraza de los saltamontes les protege y ellos saben buscarse refugios donde se esté bien hasta que empiece a salir el sol.