Babosas

 

Recuerdo una tarde paseando por una zona de Cantabria llamada “Tres mares” en que vi una mancha oscura en el suelo, en una zona con bastante humedad entre unos matorrales. Me acerqué y vi que era una babosa grande y negra. La cogí y se estremeció un poco, se arrugó sobre mi mano. Comprobé que era viscosa, que tenía una baba que hacía honor a su nombre. Enseguida la dejé en el suelo y le hice una foto:

Babosa negra en su ambiente. La cabeza está a la izquierda destacando las estrías de la parte final del cuerpo


Me dejó su baba en mis manos y aunque me lavé en un riachuelo, no se me quitaba la sensación de viscosidad. Luego me lavé bien con jabón pero no había manera de quitarme esa sensación pegajosa hasta que después de dos o tres lavados más lo conseguí.

Había tocado un animal potente y muy bien adaptado a su ambiente, siendo su baba una protección más que eficaz. Desde luego las babosas la utilizan (como los caracoles) para lubricar los recorridos que hacen, ya sea sobre hierba o sobre piedra. También les sirve como barrera defensiva contra hongos y bacterias y como protección cuando se entierran para protegerse de las condiciones climáticas adversas, bien porque haga mucho calor o demasiado frío.

Al igual que los caracoles tienen los ojos sobre las dos antenas grandes y dos palpos con los que tantean y huelen allá por donde van. En la boca tienen dos mandíbulas con dientes pequeñitos y una lengua también con dientes que, al igual que en el caso de los caracoles, se llama “rádula”.

En el fondo son como caracoles pero sin concha. Por eso tienen también una especie de pulmón de aire del que se aprecia un pequeño agujero al exterior.

Las babosas viven de noche y solo salen cuando las condiciones de humedad y temperatura son buenas. Andan despacito, máximo recorren entre 4 y 7 metros al día, a veces solo 2 o 3, según las especies.

Si no hay humedad no pueden producir moco o baba y entonces se entierran a unos cuantos centímetros por debajo del terreno y se rodean de una especie de “cáscara” que ellas mismas producen. Eso las protege y evita que se sequen y mueran. Por cierto, pueden vivir entre 9 y 18 meses.

Las babosas comen vegetales pero también pueden comer animales muertos, ya sean insectos o de otro tipo. Los vegetales que se están pudriendo en el suelo les gustan bastante. También comen setas, sobre las que se suben y roen su superficie dejando unas señales muy típicas.

Ronchas blancas sobre una seta, típicas de haber sido mordida por las babosas.
Pequeña babosa sobre una seta de la que se está alimentando. También se ven las “mordeduras” de color blanco.
Primer plano de la babosa anterior. Es joven por su tamaño y su color blanquecino que se irá oscureciendo según crezca.


Cuando hay sequía las babosas comen las raíces de las plantas ya que se mueven unos centímetros por debajo del suelo.

Las babosas, como los caracoles, son machos y hembras (hermafroditas) pero no a la vez, sino que primero actúan como machos y en otro momento lo harán como hembras. Unos días después de la cópula (a veces hasta varias semanas), bien debajo de la tierra o en algún sitio resguardado ponen entre 100 y 500 huevos en grupos que pueden ir desde 10 a 50. Son redondos y de color blanco-amarillento o transparentes. A las tres semanas o, a veces hasta los tres meses (depende del clima), saldrán de ellos pequeñas babositas muy pequeñas y casi transparentes.

Las babosas pueden resultar dañinas para la agricultura por lo que los labradores utilizan productos químicos para eliminarlas o ahuyentarlas de sus cultivos. Les suelen poner trampas en forma de falsos refugios como sacos, tejas, trazos de cartón mojado, etc. donde luego las capturan con facilidad.

Otra forma de eliminar babosas consiste en echar en la tierra un gusano de los que se llaman “nematodos” los cuales se introducen por el orificio respiratorio de la babosa y las infectan con unas bacterias que les hacer morir en pocos días. Los gusanos ponen huevos dentro de la babosa de los que salen las crías que siguen infectando más babosas.

También son bocado favorito de mamíferos como los topos, los erizos, las ratas, las musarañas, los tejones, etc., de muchas aves, así como de lagartos, serpientes, sapos, ranas, tortugas e incluso algunos escarabajos.

En nuestro país hay varios tipos de babosas de los que citaremos los tres que creemos son más “normales”: la negra grande que vimos en la primera foto, otra más pequeña de color marrón y una que tiene manchas en la piel.

Babosa común o “Arion ater” en la que se distingue el orificio respiratorio en la parte derecha del cuello.
Otro ejemplar de la misma especie pero de color pardo-anaranjado. A veces se le llama “Arion ater rufus”, por su aspecto rojizo.
Esta especie de babosa se llama “Limax maximun” o babosa gigante.


Curiosos animalitos las babosas, ¿eh? Bueno a algunos labradores no les parecen tan simpáticos puesto que pueden estropearles sus cosechas. Pero ahí está la lucha por la supervivencia, en este caso entre el todopoderoso “Homo sapiens” y las antiquísimas y sencillas babosas cuya vida os acabamos de contar.

 

Nota: las tres fotos finales las hemos sacado respectivamente de “nuzban.scolaris”, “educamadrid” y “nwnature.net”.
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